Fragmento #102 – Dinant

Bernard nos ha preparado un almuerzo típico, está en la cocina haciendo los últimos preparativos mientras Ernesto y Astrid ponen la mesa. Astrid conversa con Ernesto pero me mira de vez en cuando, creo que ha notado mi nerviosismo. Al pasar hacia la cocina me lanza una mirada, me traspasa, me lee el pensamiento. Ha notado que no me hace ninguna gracia sentarme a comer junto a ella, con su tío y Ernesto al lado.
Nos sentamos a la mesa y comienzan a hablar de un viejo restaurante, de paseos por el campo y no sé qué más sobre setas. Yo no hablo, callo y como, intentando no mirar a ninguno de los tres.
- El otro día Mario me hablo de El Principito, ese libro que me regalaste, ¿recuerdas? —dice Astrid de repente-. Por lo visto es uno de sus preferidos, y me han entrado más ganas aún de leerlo.
La mesa se queda en silencio, Ernesto y Bernard tienen una mirada de complicidad. Luego me miran al unísono con una sonrisa.
- ¿Puedo ir al baño?- pregunta ahora.
- Claro, Astrid - ríe Bernard.
Astrid se levanta y se dirige al baño, cierra la puerta con cuidado. Bernard mira hacia el cuarto de baño, asegurándose de que no oirá nada y se gira hacia mí.
- Felicidades, Mario…- me dice triunfante.
- ¿Felicidades por qué?- pregunto extrañado, como recién despierto de un sueño.
- ¿No lo has notado?- me pregunta bajando el tono de voz y mirando hacia la puerta del servicio.
- ¿El qué?- vuelvo a preguntar.
- ¡Astrid! ¿No la ves? Está alegre…- contesta Bernard.
- Parece que ha hecho efecto tu charla.- comenta Ernesto dando un largo sorbo a la copa de vino.
- Ha hablado de ti como si fueras un amigo…- prosigue Bernard.- Ha desaparecido ese recelo que tenía hacía ti…
No sé qué decirle… ¡Claro que ha desaparecido el recelo! ¿Por qué no dejan de meterme el dedo en la llaga? El picaporte gira y la puerta del servicio comienza a abrirse lentamente. Un rayo recorre la mesa, una extraña impresión, todos cambian la cara y Ernesto anuncia jubiloso:
- ¿Y recuerdas la tarda de queso de aquel bar?