Fragmento #74- La chapa de Obama

- Vale, la lista para las próximas charlas queda así: Manuel a Las esclavas, Paloma al Carlos Haya, Diana al Valle Inclán, Gregorio al Tartesos y Sole al Ramón Carande. Os voy pasando el material, id cogiendo un paquete por caja.
Pegatinas, panfletos, marcapáginas… ¿y las chapas? ¡No hay chapitas! ¿Y así pretenden llegar a las conciencias? Hasta Obama necesita chapas. Todo el mundo conoce a El Che y también él tiene su chapa. Pero AESLEME no. ¿Somos tan conocidos que no nos hacen falta? Para nada. De hecho, somos como Santa Bárbara, la gente sólo se acuerda de nosotros cuando se rompen la médula y ya no pueden andar. Pero mientras tanto, podríamos pasar por una compañía de seguros de dudoso nombre y peor reputación.
- ¿Por qué no tenemos chapas? A los chavales les encantan – son tan adorables.
- ¿Y para qué iban a querer una chapa? - ¿y para qué coño quieren una pegatina?
- Las chapas son en sí un icono de la cultura adolescente postmoderna. El propio objeto ya proyecta unos valores sobre las estructuras tribales de las comunidades de jóvenes que los identifica y los diferencia de otras capas en el entretejido antropológico-social en el que se hayan insertos.
Y se hace el silencio. Todos me miran pensativos. Creo que he soltado una parida pedante e ininteligible, y de las grandes.
- Vamos, que las chapitas molan – ahora sí me he explicado bien.
- Veré que puedo hacer con las chapas y ya os comento en la próxima reunión. Lo dejamos aquí. Hay café, por si alguien quiere – es mosqueante el parecido que puede llegar a haber con una reunión de alcohólicos anónimos.
- La próxima vez habla en cristiano desde el principio.
- ¿En cristiano? - ¿perdona? Soy una mujer culta.
- Sí, esa jerga queda muy bien en una tesis doctoral.
- A lo mejor los problemas de semántica podrían solucionarse con un diccionario.
- ¿Me estás diciendo que me compre un diccionario?
- El primer paso es reconocer que tienes un problema, vas bien.
- Mira, Dianita, - ¿Dianita? ¿Qué confianzas son ésas? – si las librerías tuvieran el acceso adaptado para una silla de ruedas, iría encantado. Me compraría hasta el Diccionario Panhispánico de Dudas - ¿el Diccionario panhisqué?
- Se siente – me mira entre sorprendido y atónito. ¿Le has dicho “se siente” a un parapléjico que se queja amargamente (y con razón) de las barreras arquitectónicas? No tienes alma, Diana - ¿Por qué sonríes? – a mí no me hace ninguna gracia.
- Te importa una mierda mi discapacidad.
- No, no. Yo… - vaya don de gentes - ¿Quieres leche con el café?
- Prefiero tomármelo solo.