Fragmento #64- La rentrée

Odio los días de presentación. Qué coñazo. Son horas perdidas que tengo que pagar religiosamente y que nadie me descuenta de los créditos. Sin embargo, esos minutos de incertidumbre son los más intensos de todo el año, son algo así como un huevo Kinder. Sientes la tensión de no saber quién se esconde tras la puerta (o tras las dos mitades de huevo de chocolate), lo cual es patéticamente emocionante, porque no deja de ser un profesor que te va a hacer la santa puñeta en los meses siguientes. Luego se cierra la puerta y se hace el silencio, porque no se le ve la cara al catedrático de turno. ¿Por qué los profesores entran y cierran la puerta dando la espalda al personal? Supongo que eso, unido al portazo apocalíptico, sirve para dar suspense a la escena. Y luego se gira, y se pierde la emoción, porque ves que en vez de la figurita de la última promoción te ha tocado el montable cutre con dos minipegatinas. Oh, oh. Es aún peor. Mierda… ¡Roldán! Rápido, los horarios. Seguro que aún puedo cambiarme de grupo. A ver. ¡No! Grupo único. ÚNICO.
- Buenos días. Me llamo Javier Roldán y seré su profesor durante este curso. Aunque estoy viendo algunas caras conocidas.
Qué frase tan recurrente… Normal, si a los que no te hayas tirado habrán repetido por lo menos tres veces. ¡Sonríe, Diana, que te está mirando y aquí va parte de tu aprobado!
- Quiero empezar hoy a dar clase con una pequeña introducción a la asignatura, si les parece bien – ¿Roldán va a ser el único que amortice mis créditos el primer día? Hay que joderse – ¿Me haría el favor de apagar la luz si es usted tan amable? - ¿es a mí? Me parece que no es el único favor que voy a tener que hacerle.
- Gracias, señorita Ramos – es oficial, me tiene fichada.
- De nada - va a ser un año muy muy largo.