Fragmento #59- Lapsus

- Vamos, preciosa, quiero sentir cómo llegas…
- Sí…
- … cómo tiemblas…
- Sí…
- … cómo me comes con esos labios…
- Sigue…
- … cómo gritas mi nombre…
- Miguel…
- ¿Qué?
- ¿Qué de qué?
- ¿Qué has dicho?
- Nada.
- ¿Cómo que nada, Diana? ¡Me has llamado Miguel! ¡¿Estabas pensando en él?!
- ¿Yo? ¡No! ¿Cómo iba a…?
- ¡Me has llamado Miguel!
- Habrás oído mal. Venga, sigamos. No te emparanoi…
- Déjame.
- Aún no hemos terminado.
- Yo creo que sí.
- ¿Vas a dejarme a medias?
- A medias y a enteras.
- Yo no he dicho Miguel – vaya que sí lo he dicho. Diana, eres una estúpida perra cachonda – Te habrá parecido pero no.
- Oh, por favor, Diana. Lo he oído perfectamente.
- Vale, puede ser, quizás haya sido un lapsus. Lo siento. Siento haberte herido tu hombría y ese orgullo varonil que tenéis todos los tíos – se ríe resignadamente.
- Me has herido un poco más adentro – y tira la bomba.
- No quería - no querías qué, ¿cagarla? ¿delatarte? ¿hacerle daño?
- Déjame que te compense, ¿sí? – esto no falla con los tíos. Son todos iguales.
- No puedo. Ya no quiero. Creo que será mejor que te acompañe a tu casa - ¿me está echando de su casa? Él nunca me echaría de su casa. Me está echando de su vida. Pero yo me puedo ir solita. Sé de sobra dónde están las puertas de ambos sitios.
- No importa. Ya me voy. No te molesto más.
- No molestas. Es sólo que… no quiero sufrir en balde y tampoco quiero ver cómo no eres feliz conmigo.
- Lo siento.
- Más lo siento yo – nos besamos. ¿Por última vez? Quizás coincidamos en alguna noche loca de despecho, pero no más. Es un beso que sabe a despedida, tan amargo como las lágrimas que no va a derramar delante de mí. Me siento como una zorra. Siento que he jugado con él. Maldito lapsus.