Fragmento #24 - Reencuentro en la estación

Qué calor. Totalmente insoportable, asfixiante. Se me agarra como una garrapata y no me suelta. Hola, señora, eche unas monedillas para el de la guitarra, que no me las gastaré en drogas…pues no, sigue caminando y pasa. Pero cómo pega el calor, y estoy a la sombra. Creo que es el único motivo para volver al pueblo, ahora que no tengo exámenes encima.
Respira, David. Encima, con la guitarra y la correa, sudo más. Y en tres horas que llevo aquí…a ver que mire la funda…pues cuatro euros tristes. Cómo se nota la crisis. En fin, un respiro. Me doy la vuelta y entonces lo veo. Yo a este lo conozco, del otro día. A ver si se acuerda y se enrolla (o no se acuerda de mí y se enrolla igual).
- Perdona, compañero…¿un cigarrito? – te pediría un helado, pero el vicio es el vicio.
Busca en los bolsillos del pantalón y me da un cigarrillo. Me muestra el mechero.
- ¿Fuego?
- Sí, por favor…Viajas mucho, ¿no?
- ¿Yo? No, no…trabajo aquí, vendedor de billetes. ¿Y tú qué haces? ¿No ganas para tabaco?
Qué simpático. Va, David, será que con la barba que llevas de “hasta ayer estuve de exámenes y no me afeito porque el tiempo (en época de exámenes) es oro” no tienes pinta de universitario modelo.
- No, no…yo… - en verdad, es gracioso y me río – estoy buscando.
- ¿Buscando? ¿El qué?
- Inspiración.
Breve silencio, algo incómodo. Ahora me tomará por un loco y se irá. Para restarle dramatismo, le doy una calada al cigarrillo bien profunda.
- ¿Inspiración? – por fin, rompe el iceberg – Eres músico por lo que veo, ¿no?
- No, no – los músicos de verdad saben tocar la guitarra, hombre, no como yo, que si el instrumento pudiera lloraba o me mordía - ¡Qué más quisiera! Yo soy escritor.
- ¿Escritor? ¿Qué escribes? – le ha cambiado la mirada, ahora le brillan los ojos.
- Poesía.
Vamos, hombre, ya podemos darnos por conocidos. Dejo definitivamente la guitarra sobre tierra firme y le tiendo la mano. Él me la estrecha.
- Mario, encantado.
- Soy David. Y tú, bueno, además de vender billetes aquí, no serás un editor que me llevará a las nubes, ¿verdad? – esperanza, David, nunca pierdas la esperanza.
- Pues no. Más bien soy de tu bando.
- ¿De mi bando?
- Escritor…también escribo – hostia - . Pero no encuentro un editor que me lleve a las nubes.
- Pues estamos igual – ojo, David, ha dicho que trabaja aquí y es temprano. Esto merece un café, pero tampoco es plan de que el muchacho pierda el trabajo por tu culpa, que igual lo estás entreteniendo - ¿Has salido de currar o estás de descanso? Creo que puedo invitarte a un café.
- Tengo descanso, pero me da tiempo a un café. Si quieres entrar en la cafetería de la estación…
¿Un café por dos euros? ¡Por supuesto! Pero no hay muchas alternativas, y mucho menos cercanas. Además, por el aire acondicionado hago lo que sea.
- Claro.
Guardo la guitarra, cojo funda y mochila y lo sigo.

Pide dos cafés con leche. Está bien, algo de cafeína me vendrá bien.
- ¿Y en qué trabajas? ¿O sólo buscas la inspiración?
- Estudio. El dinero lo saco tocando la guitarra – bueno, no saco mucho dinero – y haciendo algún trabajo puntual.
- Eso está bien. ¿Y qué estudias? ¿Algo de letras? – creo que lo llevo escrito en la cara. Letras, letras, letras.
- Sí, filología – casi duele decirlo.
- Filología… ¿Filología de qué?
- Hispánica – hurgamos en la herida.
- Ahm. Yo estudiaba Física, pero la dejé.
- ¿Por qué?
- Pues…me quise ir de casa y tuve que currar – pues nos parecemos más de lo que creía.
- Y ahora trabajas aquí y escribes.
- Sí, estuve a punto de publicar mi novela… - suspira - . Pero al final no funcionó, y ahora me encuentro en una fase de no sé lo que quiero, y tampoco sé si quiero escribir. Olvidarme de ser artista – oh, Dios, esta me la conozco.
- Bueno, pero es una gilipollez. No es algo que pueda olvidarse, uno es artista y punto…no es que quieras o no, es que no te queda más remedio si lo llevas dentro, porque no puedes sacártelo.
- Pero si lo saco nadie lo quiere. No sé si me entiendes…
Sí que te entiendo. Quien me dijera a mí que iba a tener esta conversación y tan temprano…si seguimos por este camino, tendremos que cambiar el café por whisky.
- ¿Quién no lo quiere? Palabras como “nadie” a veces son demasiado grandes.
- No lo quieren las editoriales, y si ellas no lo quieren… nadie podrá quererlo.
- ¡Bah! Las editoriales sólo quieren sacar “capitanes Alatristes” y estas mierdas. Vamos…no puedes juzgar lo que escribes en base a sus valores económicos – créeme, he dado muchas vueltas a este tema -. No sé, igual lo puedo leer.
- La gente de mi alrededor lo ha leído, ellos leen todo lo que hago y les gusta, pero porque me conocen. No sé… Si quieres un día te lo paso y más vale que me digas que si si no quieres que le diga a los guardias q te echen la próxima vez que andes por la puerta…
- Vaya...no me queda elección- sonrío, me cae bien- No te conozco tanto, así que puedes fiarte de mi opinión…
- No me conoces…¿Y tu qué? ¿Qué le pasa a tu obra?
Tema complicado.
- Le pasa que no puedo moverla, que no gano concursos, que no consigo recitar en ninguna parte. La poesía murió con el 27 y la remataron con los del 50 o al menos así lo estudiamos en clase – me encojo de hombros y me trago el café de un trago - Los poetas se han extinguido.
- Es un género difícil en estos tiempos. Ahora se lleva la autoayuda y los “Alatristes” como tú has dicho. Bueno, David. Me tengo que ir ya…
- ¡Espera! ¿Cómo hago para leer tu obra, entonces?
- ¿Te la paso por email. Toma, anota aquí- me da una servilleta y una pluma magnífica. Este tipo tiene dinero…tendré que echar currículum aquí.
- Mola la pluma. Yo no paso de los “bics”.
- Pues eso. Te lo envío por email y me cuentas después… Pásame algo tuyo también.
- Vale...guay. Entonces...espero a que me lo mandes.
- Esta noche mismo…Pues ya nos vemos por aquí… ¡y compra tabaco para la próxima!

Después de la maravilla entintada que me has enseñado no, chaval…creo que me voy a pasar toda la tarde jugando al Precio Justo. En fin. Me despido, cojo mis cosas y me voy por donde he venido. Tengo hambre. Es hora de comer.