Fragmento #33 - Vagar

Es fácil dejarse llevar por las Ramblas. El paso de los transeúntes me recuerda a una cascada: hermoso e inevitable. Nadie te mira ni quiere saber de ti (a no ser que intente venderte algo). Todas las chicas son bellas e imposibles, todo el mundo aquí parece un poco más alto.
Son las cuatro y no tengo otra cosa que hacer que mirar escaparates. He quedado con Jaime en una hora en la Plaza de Cataluña, para ir a ver a un amigo suyo. Llevamos durmiendo varias noches en el metro, así que será de agradecer una ducha y una buena siesta.
Consumo el tiempo que me queda de cualquier manera, sólo camino y miro, aunque no haya nada que ver. Ahora me acuerdo de la generación Beat, no he parado de escribir desde que llegamos. Si una paloma emprende el vuelo, la escribo. Si alguien vomita a mi lado, también. La vida y la decadencia de los demás (o la mía) me parecen literatura.
Una vez en Plaza de Cataluña, es Jaime el que me encuentra. Está sentado en un banco, despeinado y con un periódico bajo el brazo.
- He hablado con mis amigos. En unos días cogemos el tren.
- Bien.
A nuestro lado, una niña da de comer a las palomas. Recogemos las mochilas y emprendemos el camino hacia una ducha y una cama que esperan.