Fragmento #34- Dos de dos

Cómo era… una vez es un accidente, dos es culpa tuya. Accidente. El inicio de todo. Y seguramente el final. Algo que empieza mal sólo puede acabar peor. Dos accidentes es estadísticamente inviable. No hablo automovilísticamente, que pudiera ser, sino coitalmente. Dos polvos en dos semanas. Vamos haciendo pleno. Y silencio sepulcral en el coche. ¿Es que ahora me quedo muda cada vez que me pego un revolcón?
- ¿Quieres mirar hacia delante? Que ya conozco tu historial de choques – no, aún puedo hablar.
- Sí, sí.
- Pablo, la carretera.
- Es que tienes el guapo subido – y ahora también los colores.
- Anda, mira hacia delante no vaya a ser que también suba la estadística de muertos en carretera.
- Ya, ya – y pone esa sonrisita tan odiosa. Y tan sexy a la vez. Es un chulito, pero luego te hace un comentario y te deja transpuesta. Cuántas veces se habrá visto las películas de Erron Flynt para ir de galán de los cincuenta. Aunque le puedo pasar la tontería porque luego lo compensa con creces… y qué creces. Lo tengo comiendo de mi mano porque se cree que él me tiene comiendo de la suya. ¡Ja! Pobre ingenuo. Me encanta jugar a nada. Sin compromisos. No es mi amigo. No lo conozco de nada. Cuando quiera cortar el rollo no tendré que dar explicaciones. Ni me lo encontraré cada vez que haya una reunión pandillera. Cada uno por su lado. Si todas las relaciones humanas fueran tan sencillas…
- Ya estamos aquí.
- Genial. Hasta otro día.
- ¿No se te olvida algo? – llevo el bolso encima, creo que no.
- No, ¿no? – ahora sí que he pecado yo de ingenua, pero bien. ¿Pensaba bajarme del coche sin besarle? Y no ya dos castos besos, no, sino uno de tornillo a lo grande.
- Te llamo, preciosa.
- Sí, sí.
- Hasta luego, Diana.
- Adiós – necesito tomar el aire. Y no metafóricamente. No es que me abrume tanto cumplido. Es que casi me deja sin respiración literalmente. Qué ímpetu.