Fragmento #13 – Psicología

Cuánta gente, y cuánto ruido. No te preocupes, David, sólo es funky. No paro de recibir codazos. Me duele un poco la cabeza, tal vez sea una señal de que el volumen de la música me ha reventado los tímpanos. Pido una cerveza y, casi instantáneamente, me entran:
-Hola, ¿qué tal?
-Bien, ¿y tú? – y tú estás bien buena, quería decir.
-Bien, bien. ¿Qué estudias?
Ay, dios. Me da a mí que ésta es de primero de carrera y es de las primeras veces que sale en su vida. Pero bueno, hombre, no pasa nada, la presa lo vale.
-Filología.
-Qué guay. Debe ser una carrera muy bonita, ¿no?
-Preciosa… – te has ganado diez años más de purgatorio, David, que mentir está muy mal…- ¿y tú qué estudias?
-Psicología.
Dejo que pasen unos segundos. Sigue mirándome. Me ha dado permiso.
-Pues yo soy un caso interesante para una psicóloga, supongo.
-¿Y eso? – le brillan los ojos. Qué inocente eres, por Dios.
-Soy un poeta.
Ya la he ganado. Es mía. En tres minutos me ha presentado a sus tres amigas y ahora charla conmigo en un rincón mientras sus compañeras buscan éxito entre los muchachos del lugar.
-¿Entonces no eres de Sevilla?
-Sí, bueno, de un pueblo. Pero vivo aquí, en un piso.
-Yo también soy de fuera – me dice dónde, pero lo olvido rápidamente – y me alojo aquí.
La conversación sigue, pero lo que decimos apenas importa, hasta que sus amigas le dicen que están cansadas y que se van para casa.
-No quisiera perder de vista a un poeta. ¿Quieres tomarte la última en casa?
¿Llevas condones, David? Palparse delante de una dama en busca de anticonceptivos no es de buena educación.
-Claro.