Fragmento #3 – Trámite

Las buenas borracheras son las que te hacen despertar en blanco. Sin resaca, sin dolor de cabeza. Simplemente, sin recordar dónde estás, o quién eres. Sin preguntártelo. Simplemente, en blanco.
Ha sido una mañana tranquila, fumando tabaco de liar y escuchando a The Cure. He puesto la tele un rato, pero no hay cadena que no hable de elecciones. Como si se presentaran. Todo son sonrisas, saludos e invitación al voto. Es tanta la efusividad, la alegría, que estos monigotes han olvidado pedirlo para sí.
Tras hacerme un bocadillo y meterme una manzana en el bolsillo del chaleco, salgo a la calle. Devoro el bocata y luego le voy dando mordiscos a la fruta mientras me dirijo al colegio que me toca. Entro, sonrío y cumplo el trámite. Creo que ni he mirado el nombre del partido.
Cuando salgo a la calle, me lío un cigarro antes de emprender el camino de vuelta. Me siento más ligero, con una responsabilidad menos. Si me lo planteo, incluso, me siento más libre.
Parece que nadie se fija en los nubarrones sobre el cielo. La gente va a votar en parejas, en familias. Todo son sonrisas y hablan de estadística, de mayorías y de voto inútil. No puedo evitar mirarlos. Envidio un poco su fe, esa esperanza de que bajarán las hipotecas, encontraremos trabajo, nos envolverán el futuro en papel de regalo. Todo esto me recuerda a Unamuno. Él decía que le dolía España. Y ahora está muerto.