Fragmento #8- Friday Night Fever

“Y en lugar de eso, sonrío y pienso, que ya acabé la facultad, me puse a trabajar y me volví a enamorar…”. Cambio de emisora como un resorte. Qué poco me gusta Conchita. Creo que le falta un hervor, carisma, para ser cantante. Y con ese nombre… a dónde va. Me recuerda a Rita la Cantautora. Y sobre todo me jode porque esa canción parece que la hubiera escrito yo. Sólo que yo no he acabado la facultad – ni de coña -, no voy alardeando de mi trabajo de Mortadelo en el Carrefour y ni mucho menos me he vuelto a enamorar. Ése es el problema. Por eso siempre pongo M-80, porque mi inglés de curso estándar de CCC hace que no me entere de una papa de lo que dicen en las canciones, y así no me deprimo.
- Vamos a ir a la fiesta del viernes, ¿verdad? – Itziar me saca de mi estado de empanamiento mental mientras espero a que el semáforo se ponga verde.
- A mí todavía me dura la resaca de este finde, tía. Pero vamos, que para el viernes estoy fresca como una rosa.
- Es que lo del sábado fue una bacanal. Y la de este viernes promete. Por cierto, ¿trabajas el sábado?
- Sí, hija, sí. Además doble turno. Con eso de que viene la Semana Santa hay que dar salida a las torrijas, el anís, el bacalao…
- Vas a estar hecha una mierda.
- Ya. Y peor que una mierda. ¿Sabes quién va?
- Uh… ese tono…
- Sí. Premio para la señorita del fondo.
- ¿Y sabiendo que va Miguel vas a ir?
- Por supuesto. ¿Por qué iba a ir sino?
- Diana, eres masoca. Y gilipollas. ¿No se supone que lo estás olvidando?
- Bueno, pero mientras lo olvido y no…
- Así vas a olvidar una buena mierda, tía. ¿No te das cuenta de que con ese tío te metes en una espiral de autodestrucción?
-¿No te estás poniendo un poco catastrofista?
- No sé si hace falta que te recuerde los retrasos de regla, aquel ataque de apendicitis o tu adicción a los lacasitos. Y hablo sólo de daños colaterales físicos, no quiero meterme en los psicológicos.

Y ahora se me cala el coche. ¡Me cago en…! Esto va a acabar como el rosario de la Aurora. De hecho, está empezando. No puedo evitarlo. Contra más evito llorar, más y más lloro. Apoyo la cabeza sobre el volante mientras clavo las uñas en la funda barata que le puse. Y vaya si es barata. Voy a pasarme con las uñas negras una semana. ¡Joder! Ya me estoy yendo del tema otra vez. No sé si lloro por Miguel o por mi funda de volante hecha trizas. Claro que lo sé, pero siempre me escudo en alguna tontería. Si tuviera cinco años, dirían que tengo trastorno de déficit de atención y que soy incapaz de concentrarme. Itziar tira de mí hacia ella y me hace levantar la cara.
- Estás parando el tráfico. Pon el coche a un lado – y yo como un maldito robot obedezco, como el robot mariquita de la Guerra de las Galaxias, que nunca se queja, sumiso. Quizás Itziar tenga razón y en el fondo soy masoquista. Lo dejo en doble fila. Los coches de detrás van pasando y me dicen de todo menos bonita. No me sientan bien sus insultos, ni quiero que me flagelen por retener el tráfico 40 segundos. Así que no soy tan masoquista como pudiera haber pensado. Vuelvo a apoyar la cabeza sobre el volante, tiene un ángulo perfecto. Sí, Diana, un ángulo perfecto para tener tortícolis una semana.
- Lo vi ayer. Me dijo que iba a ir y yo le dije que también. Me dijo que tenía ganas de hablar y de que nos viéramos un rato en la fiesta. Tenía tan buen rollo. Se supone que somos amigos. Me hizo prometer que iría y que echaríamos un buen rato.
- Sí. Pero con Miguel es una noche de puta madre y tres meses sin miraros a la cara.
- Es… es el – maldito nudo en la garganta – padre que mis hijos nunca tendrán. Estas noches son lo único que me queda en medio de meses asquerosos, ¿sabes? Los ratos que nos vemos son mi balón de oxígeno, Itziar…
- Bueno… - se apoya sobre mí y me abraza – iremos a esa fiesta, nos lo pasaremos de escándalo y compraremos lacasitos para la mañana siguiente y los meses que nos esperan.
- Si fuera lesbiana te echaría un polvo ahora mismo.
- Lo sé, lo sé – y reímos. Por no seguir llorando. Tampoco me pagan por ser una plañidera. Así que como me dice mamá: “guárdate las lágrimas para cuando me muera”. Qué razón tiene. Buena falta me van a hacer para otras cosas. Y total, ni mi vida es Melrose Place ni quiero convertirme en una reina del melodrama a lo Misha Barton.