Ankaa Estrella de Tinta
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Personaje Nombre: Astrid
| Tema: Frangmento#85 – Imágenes del pasado Mar Ene 06, 2009 10:49 pm | |
| Miércoles, 6 de enero de 2009 En las cercanías de Barcelona La habitación a oscuras no da tanto miedo. La luz de la luna se filtra por la ventana y me permite contemplar la escena una y otra vez. En silencio. Como si fuera un sueño.
Sus tambaleos resuenan por el hueco de la escalera. La mujer entra corriendo, con la cara manchada de una sustancia pegajosa y oscura. Sin duda es la ninfa del viento, el hermoso espectro que se me presentaba cuando el aire ululaba en mi ventana, en casa de tío Bernard, pero los golpes han desfigurado su rostro y el terror su cálida mirada. Un niño pequeño, acurrucado, formando un bulto entre las sábanas, se despierta y contempla horrorizado a su madre. Sus ojos reflejan su confusión, su angustia, por no poder comprender por qué ella le empuja hacia la ventana. Los chillidos de una niña desgarran el aire desde otra habitación. Finalmente, como cada noche, él entra en escena. El abuelo, el hombre dominado por la sombra, blande un cuchillo cubierto por la misma sustancia que mancha el ensombrecido rostro de su mujer. Resuelto, se dispone a terminar la faena.
Yo antes, en esta parte, gritaba. Trataba de detenerlo, pero había comprendido que era absurdo. Nadie era capaz de cambiar lo que ya había sucedido.
El humo se filtra por las ranuras de las tablas del suelo. Las llamas lamen la madera y devoran la casa. Puedo verlas bailar tras la puerta, esperando a que la masacre termine. Entonces, como si le azuzaran, él se dirige raudo hacia el niño, pero la mujer se lo impide. El cuchillo se clava en su vientre. Una. Dos. Tres veces. Pero ella no cae. No se queja. No grita. Lanza al niño por la ventana. Al verlo, él la golpea con violencia y, esta vez, la mujer cae muerta a sus pies. Invitadas por la sombra que controla al asesino, las llamas devoran el armario, los peluches de animales, la mujer que tiñe con su sangre el suelo. Él puede sentir el escozor, el dolor hiriente que le roe la espalda, pero sólo tiene ojos para una cosa. El niño, con algunos huesos rotos, aún respira viendo arder su hogar.
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