Fragmento #82 – Suite

La semana se me ha hecho eterna, las horas en casa al resguardo del calor, la soledad, el trabajo… Abro el cajón del escritorio y saco la cajita de galletas danesas. Mi secreto, mi tesoro… Mi desahogo. No suelo hacerlo, pero hoy me da igual. Busco el mechero y lo enciendo. Sí… Una calada, un carraspeo, otra calada continuada con otra y segundo carraspeo. Pasan los minutos, las agujas del reloj se mueven lentamente, ¡se han parado! Me mareo, cierro los ojos y no puedo abrirlos; la mándibula me pesa. Me río…


Camino por el Prado de San Sebastián sin rumbo, bueno con rumbo… He quedado con Joan en una discoteca pero no sé dónde está. Debería saberlo, esta tarde sí que me acordaba. El bordillo de la acera se retuerce bajo mis píes. Creo que estoy llegando, no puedo andar más. Me siento, tengo fatiga… Voy a descansar un rato aquí, junto a esta alcantarilla, aún es temprano… ¿Es una alcantarilla? ¡Qué alcantarilla más bonita! Sí, es muy bonita… Me mareo cada vez más, debí de haber cogido un taxi.


Entro en la discoteca… no está Joan. Ya llegará, voy a pedirme algo de beber. La música está muy alta, me duele la cabeza. Noto una mirada, me giro, una chica me mira de forma descarada… ¿Qué querrá? Es mona, pero me molesta como me mira… ¿Porqué pones esa cara?


Me acerco a la barra. Vocaliza, Mario:
- Un whisky con cola, por favor…
Sí… creo que te ha entendido la camarera; me sonríe y se gira a por el vaso y comienza a preparar el cubata. Al lado mía una chica parece esperar a alguien sentada en un taburete, tiene el pelo liso y lleva gafas. No está del todo mal.
- ¿Quieres tomar algo?- le pregunto a la chica.
- Un vodka con limón…
- ¿Y cómo te llamas?- le pregunto.
- Eso no importa ahora…
Baja del taburete y se abalanza. Me besa, la estrecho entres mis brazos… ¿Qué hago? ¿Y Joan? No suelo hacer esto… ¿Me intento disculpar de mí mismo? ¡Qué patético! No pienses, Mario. Actúa…


Me duele la cabeza, no recuerdo nada…