Entro en el bar Don Diego cubierto de sudor, el aire acondicionado empieza a enfriar mi piel cuando las gotitas comienzan a desaparecer. En los espejos de las paredes veo mi piel roja, acalorada y húmeda. Aquí dentro se está bien; me siento en la mesa de la esquina, justo debajo del aire acondicionado, y se acerca Joaquín.
- ¿Qué quieres hoy, Mario?- me pregunta.
- Un solo con hielo…
- Hace calor, ¡eh!- me dice sonriendo- ¿E Isabel viene ahora?
- No, no viene…- paso de dar explicaciones.
- Ah… bueno…- parece que no le ha valido un simple “no”- Ahora mismo te lo traigo… ¿y un vasito de agua fresquita?
- Sí, por favor.
Abro el libro por el separador y comienzo a leer. El libro me lo recomendó María: Once Minutos, de Pablo Coelho.
«Érase una vez una prostituta llamada María…»
Lo ha elegido a conciencia…
«…como en cada momento de nuestras vidas tenemos un pie en el cuento de hadas y otro en el abismo, vamos a mantener este comienzo…»
Quizás deba olvidar también el libro y desterrar del todo a María… Pero es un libro, no es María. Pablo Coelho no tiene la culpa de que María sea una… Aunque también podría haber elegido otro nombre y, porqué no, otra profesión.
Joaquín me trae el café sin molestar ni abrir la boca. Echo el azúcar, remuevo y vuelco la taza en el vaso de tubo con hielo. Dejo que se enfríe y sigo leyendo…
Espera, Mario. Estás solo, en una cafetería y leyendo. Solo. Sentado junto a la taza, el libro y solo… me falta el cigarro. Enciendo un pitillo y… perfecto. Típica imagen de bohemio solitario y loco… ¿Así quieres acabar, Mario? ¿Solo? Mejor que mal acompañado... ¿Solo? ¿De verdad que quieres acabar solo? Tampoco hay prisa… También dicen: mejor pájaro en mano que…
Me estoy volviendo loco…
Debe de ser de tanto café y tanto tabaco… o de la soledad. ¿Soledad? Llevo solo unos días… Llevo soltero unos días… solo no sé cuántos. ¿Solo?
Mejor continúo con la lectura…
Alzo la vista y allí, justo en la mesa de enfrente, un anciano. Arrugado, canoso y tembloroso. Remueve el café con dificultad, se lo acerca a la boca y derrama un poco sobre la mesa. Está solo. Es viejo. Sus huesudas manos buscan en una maletita que cuelga de la silla y saca un libro… Está solo, es viejo y lee libros.
Mejor continúo la lectura en casa…