Fragmento #98 – Babilonia

Es temprano y acompaño a Ernesto y a Bernard a la librería de éste: Babilonia. Un gran letrero de madera reza el nombre, sobre la puerta. A la derecha una gran vidriera de colores y a la izquierda un escaparte. Así, a primera vista, tiene mejor pinta que la librería de Ernesto. Bernard saca la llave y abre la puerta, una campanilla de cerámica repiquetea al abrir; nos deja paso y entramos.
Estanterías de madera, muchos libros, una mesa con más libros que parecen recomendados y limpieza… Eso me llama la atención. No hay polvos sobre las estanterías, es todo tan distinto a la de Ernesto. ¿De verdad necesita ayuda este hombre? Él tendría que haber venido a Sevilla con un plumero.
- Pues esta es la librería. – dice Bernard con los brazos abiertos- Aunque tú ya la conocías, ¿no?
- Sí…- contesta Ernesto- Estuve aquí hace años, pero algo ha cambiado…- Ernesto parece pensativo. Yo los miro a los dos sin saber qué decir.
- ¿Algo ha cambiado?- pregunta Bernard extrañado- Bueno… Ahora hay orden, limpieza y van mejor las cosas.
Ese comentario me hace soltar una risa burlona y Ernesto parece gruñir.
- ¿Qué te parece, Mario?- ahora Bernard se dirige a mí.
- Pues… Me gusta la combinación esta de madera y cristales de colores. Y el olor… ¿huele a algo no?
- Sí- contesta con una sonrisa- Solemos quemar incienso en el almacén.
Bernard nos guía por la librería, nos va explicando cómo ha ordenado los libros, nos cuenta algunas anécdotas y nos habla sobre algunos clientes asiduos. Subimos a la otra planta, más estanterías, más libros y una gran mesa donde invita a sentarnos.

Bernard se sienta enfrente de nosotros y sonríe jugando con su barba.
- ¿Creéis que debería afeitarme? –bromea guiñándole un ojo a Ernesto.- Ahora en serio, ¿tenías algo pensado para el negocio, Mario?
- Pues... No sé si Ernesto te ha contado algo ya... Me gustaría crear una revista
- ¿Una revista ahora? – hace una pausa mientras mira unos papeles que parecen bocetos a lápiz.- Sí, podría ser buena idea. ¿Pero te ves con fuerza?- pregunta dirigiéndose a Ernesto
- Bueno...- comienza a decir mi viejo amigo- La cosa no está muy boyante y necesitaríamos ayuda...
- No solo económica- prosigo yo- Necesitamos a escritores nóveles que se sientan atraídos por el proyecto... Una revista dónde puedan publicar sus cosillas y también podamos publicitar sus obras publicadas o hacer críticas sobre otros libros...
- Pero sobre todo enfocado al escritor novel...- me interrumpe Ernesto- A dar a conocer a gente sin medios
- Sabes que podéis contar conmigo para todo- contesta Bernard asintiendo con la cabeza. -Conozco algunas personas que podrían estar interesadas…
- ¿Conoces interesados?- prosigue Ernesto pensativo- La idea es que la revista sea de nuestra librerías, se trata de un negocio claro... y queremos darnos a conocer. Por ahora podría ser una revista de Babilonia y Baudelaire...
- Como un hermanamiento entre librerías…- añado.
-Me parece bien… - responde - Por ahora podría correr con los gastos, pero deberíamos buscar ayudas y subvenciones.
Algo parece ensombrecer su mirada unos segundos, mira a Ernesto algo entristecido, parece que quiere hablar pero no se arranca.
- Siento veniros con mis problemas, bastantes tenéis vosotros pero… -se aclara la garganta - Necesito que me ayudéis con Astrid.

¿A qué viene esto? Hablamos de negocios… y nos salta por peteneras. Sus ojos han cambiado de repente, la alegría que antes desprendía ha desaparecido. Algo importante pasa…
- ¿Qué pasa?- pregunto al fin. Bernard me mira, me examina con desconfianza.
- Ya conocías a su padre. -responde mirando a Ernesto - Era un buen hombre, pero algo le había marcado, era como si siempre estuviera mirando atrás, esperando que algo le diera caza en cualquier momento. Temo que Astrid esté pasando por lo mismo. Cada vez está más intratable. Busca pistas sobre su padre, como si él le hubiera dejado alguna clase de mensaje.- su voz es entrecortada, casi parece llorosa.- Cada noche chilla pidiendo ayuda... pero no puedo despertarla. Y hace poco lo del golpe en la cabeza. Casi estuvo dos días sin sentido.
- ¿Y qué podemos hacer nosotros?- digo intentando que deje de hablar, parece que va a explotar de un momento a otro.
- No lo sé, no lo sé – dice apoyando su cabeza entre las manos, preocupado.
La librería queda en silencio.
- Tú que eres joven… - comienza a decir Ernesto mirándome- Podrías hablar con ella, ¿no?
- Sí, exacto, quizá podrías hablar con ella, saber qué le ocurre. Conmigo no habla desde... -calla. Parece avergonzado.
- Bueno... intentaré hablar con ella... Pero desde que estoy aquí ni me ha mirado. No sé como acercarme a ella...
- Te aseguro que sabe más cosas de ti de las que debería…- contesta sonriendo. ¿Qué ha querido decir eso?

La campanilla suena, la puerta se abre y se oyen unos pasos. Bernard se levanta y se asoma por la barandilla.
- Pero qué narices... -murmura - Ahora vuelvo… - dice mientras baja por las escaleras.

¿Y ahora se va? ¿Pero cómo que Astrid sabe más de lo que debería…? Abajo parecen discutir dos personas en susurros. Bernard sube y nos mira preocupados.
- Es Astrid, quería ayudar, ya sabéis... Está abajo.