Fragmento #97 – Passejant a soles per la gran ciutat

El sol comienza a salir y la oscuridad se desvanece a lo largo de la ciudad. Me he levantado temprano para aprovechar el día y he llegado al paseo marítimo justo al amanecer. Cuando me desperté, Bernard ya andaba por la cocina y me ha preparado un café. Es un tipo amable y alegre, me ha dado algunas notas para no perderme por la ciudad y me ha señalado en un mapa lo que no debo perderme de la ciudad.
Con su sobrina Astrid aún no he hablado. En el camino a casa de anoche estuvo callada y en casa tampoco habló mucho con nosotros. Tras todo ese maquillaje, ese tinte y esas ropas oscuras que lleva, hay una chica que esconde algo…
Los débiles rayos de sol de la mañana comienzan a calentar poco a poco, pero aún refresca y decido ir a una cafetería a tomar un buen desayuno. Bernard debería de haberme indicado dónde hay una cafetería en esta santa ciudad, una cafetería en condiciones… Sólo veo franquicias, de esas de café en vaso de cartón, americanizadas que tanto odio…
La ciudad parece despertar poco a poco, gente que entra al metro, gente que sale del metro. Escolares con maletas, enchaquetados con maletines, mujeres con grandes bolsos. Todos llevan sus vidas a cuestas, con miedo a que se las roben allí abajo.
Miro el mapa y opto por tomar el metro hasta la Sagrada Familia, es típico… pero habrá que verla. Bajo las escaleras y busco qué línea coger, qué correspondecias debo tomar y en qué paradas me tendré que bajar. Mientras hago mis cuentas y busco el camino más corto y con menos transbordos, la gente corre por detrás. Todos tienen prisa, todos saben a dónde ir y que tren tomar. ¡Silencio! Dejadme pensar...
Cojo una escalera mecánica y luego otra, un pasillo a la izquierda y unas escaleras más abajo. Un largo pasillo y dos bifurcaciones. Dirección Pep Ventura. Dirección Paral-lel. Esta no es la mía y sigo adelante, al final de ese pasillo hay otras escaleras mecánicas que dan ya al andén.
No tarda en llegar el metro con su ensordecedor ruído. Para y se abren las puertas. Decenas suben a los vagones y decenas bajan, todos sincronizados. Me uno al rebaño que sube y logo entrar en el vagón. Un silbato avisa y se cierran las puertas. Comenzamos a movernos.
Allí dentro huele a humanidad, una anciana sentada junto a la ventana parece darse cuenta y abre una ventanilla. El aire comienza a silvar por los túneles y la ventanilla. Los raíles chirrían abajo. Todo el mundo parece estar estasiado en un sueño, resignados a la esclavitud del subsuelo.
La megafonía dice algo… Pròxima estació… Jaume I
¡Dios! Creo que me he equivocado…