Fragmento #68 – Arquímedes y el agua

Pongo el tapón de la bañera y abro el grifo del agua. Son las nueve de la noche y es la quinta vez que me baño. Huelo a pintura, a sudor ajeno, a traición… No, no… No puedo pensar más, quiero que se acabe el día, que no haya un mañana. No puedo, no quiero… Sentado en la taza del váter contemplo mi reflejo en el espejo: ojos tristes, María llevaba razón…
No he dormido desde ayer, la cabeza me va a estallar: sueño y pensamientos molestos que me invaden y no me dejan tranquilo. Un mal día e inútilmente confío en el poder purificador del agua… ¿Agua? El suelo del cuarto de baño se ha convertido en un pequeño charco donde mis píes chapoteaban sin darme cuenta, la bañera se ha desbordado. Me levanto y cierro el grifo. Meto una pierna y sale más agua de la bañera; meto la otra y permanezco de pie mirando cómo sale el agua por debajo de la puerta… No tengo alfombras, no importa. La temperatura del agua es buena, ni fría ni caliente. Lo mejor para estos días de locura meteorológica. Me siento y me sumerjo bajo el agua espumosa, oigo cascadas caer por el borde de la bañera. Saco la cabeza, me froto los ojos y me manoseo el pelo. Serán cosas de la cabeza, pero me siento mejor cada vez que me sumerjo. Miro afuera y veo los calcetines alejándose por la corriente. Miro adentro y veo los problemas hundirse hacia el fondo.
Todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical y hacia arriba igual al peso de fluido desalojado, los problemas pesan mucho… ¿eso quiere decir que tardan más en hundirse o no…?
Vuelvo a sumergirme, segundos sin respirar y con una sola imagen en la cabeza: un pincel húmedo recorriendo mi piel, sus besos, su aroma mezclado con el del disolvente… La falta de oxígeno me obliga a salir y tomar una bocanada de aire agónica.
El agua sigue corriendo por los azulejos del suelo, veo mi cuerpo turbio bajo la superficie trasparente y espumosa. Me palpo los brazos y los dedos, está arrugados... quizás sea por los cinco baños que llevo. Lo noto, me siento mejor...