Fragmento #64 – Mirando al interior

María mira el lienzo como hipnotizada, me indica cómo posar con leves movimientos de manos y con el mentón; tras quince días de trabajo no le hace falta hablar. Sólo ha abierto la boca en estas dos horas para aguantar algún pincel entre sus dientes. Tiene las mejillas manchadas de pintura, no se ha dado ni cuenta. Da algunos pasos atrás, cierra un poco los ojos y vuelve a la posición inicial, frente a frente con el lienzo, así una y otra vez… Se gira y da la espalda al cuadro, pocas veces, para coger algo de la mesa: un tubo de óleo, una paleta o un pincel.

- Son tus ojos…- María rompe el silencio de repente.- Son tus mismos ojos, el cuadro me mira como si fueras tú… Ahora lo veo mejor… Sí, sí…
- ¿Cómo?- pregunto tímidamente, no entiendo lo que dice.
- Son tus ojos los que están aquí pintados, Mario.-me contesta dejando de mirar el cuadro y mirándome a mí- Tu mirada… Veo en ellos tu interior, mirando tus ojos no aprecio nada… pero mirando el cuadro sí lo veo… Es triste…
- ¿El qué es triste?- le pregunto.
- Tu mirada, tu mirada es triste…- contesta dejando caer un pincel al suelo que le mancha los zapatos de lona que lleva- Mirando a tus verdaderos ojos, nunca me di cuenta de la tristeza de tu interior; mirando los ojos del cuadro veo un interior triste… Y sé que no es casualidad…
- Me estás asustando…- le interrumpo- No entiendo que quieres decirme…
- ¿Qué te pasa, Mario?- contesta ella.
- Nada…
- Algo te pasa… Quizás tú no lo sepas… Pero el cuadro dice que te pasa algo… Lo veo en tu mirada…- y remarca la palabra “tu”.- No creo que sea un efecto de la pintura... Cuéntame.
- No tengo nada que contar, María.
- Quizás creas que esto es absurdo- dice acercándose a mí y dándose cuenta de sus zapatos manchados- Pero no lo es.
María se queda quieta justo delante, mirándome fijamente, pasa los brazos por encima de mis hombros y me agarra la cabeza por la nuca.
- Vi algo en ti; nada más conocerte, quise pintarte… y ahora sé porqué.- sus manos abandonan mi cabeza y se deslizan por debajo del cuello de la camisa- Tienes algo, Mario. A veces, un retrato puede decir cosas de una persona, cosas secretas… Y yo he visto esas cosas ahora, en tu mirada…
- Tengo que irme, es tarde ya…- le digo dando un paso para atrás y deshaciéndome de sus brazos- ¿Vas a tapar el cuadro para que no lo vea?- le pregunto señalando el lienzo.
- No… míralo hoy.- me contesta- Así comprenderás lo que digo…
Extrañado por el permiso de verlo, después de tantas negativas estos días, me acerco temeroso al caballete y lo bordeo; quieto frente al retrato, alzo la vista y al fin lo veo. La camisa azul y desabrochada hasta mitad del pecho está aún sin terminar; el rostro parece terminado… Y los ojos, la mirada del retrato destaca sobre lo demás, llama la atención. Un escalofrío me recorre el cuerpo de pies a cabeza y una congoja anida en mi corazón. María lleva razón, son ojos tristes y profundos.
Me doy la vuelta y salgo de la habitación, temiendo mirar más. Temiendo encontrar el porqué de esa mirada, temiendo mirar a mi interior.