Fragmento #46 – Pecado capital

La primavera se nota y la brisa de la noche no es tan fría. Por la ventana abierta del dormitorio entra el olor a azahar de los cercanos naranjos. Las flores, e Isabel, perfuman esta noche mi cama.
Sus frías manos comienzan a desabrocharme la camisa, cada botón que desabrocha es un mal recuerdo que se esfuma. Acaba la camisa pero ella continúa y así, todos los malos recuerdos desaparecen. Un torbellino de pasiones arremete contra nuestros cuerpos y Asmodeo se hace con nuestras mentes. Los sentidos se me irritan de la alegría, el tacto de sus labios me enloquece. Locura, ¿cuántos tipos de locura existen?
Todo se nubla a nuestro alrededor y desnudos retozamos entre las sábanas perfumadas a lujuria y azahar. El silencio nos trae la calma tras la tormenta, tumbados boca arriba miramos el techo sin intercambiar palabra. Isabel se incorpora y se pone el camisón de seda que surca por su piel con descaro.
- Voy por un vaso de agua, ¿quieres algo?- me pregunta mientras se levanta y busca las zapatillas por el suelo.
- No, cariño.
Ella sale del cuarto y enciende la luz del pasillo; me levanto y tanteo el pantalón del pijama por el colchón... nada. Enciendo la luz y al final los veo, arrugados junto a las sábanas. Me lo pongo y me levanto para cerrar la ventana: bajo la persiana y cierro el cristal. Isabel vuelve a la habitación y se tumba. «Ven aquí», me dice desde la cama. Y allá voy.
Apago la luz de la mesilla y poco tardo en caer dormido; no sé si duermo, todo parece un sueño…