Fragmento #45 – Hacia el Hospital Psiquiátrico

Vamos los tres en el viejo Volkswagen Beetle de Ernesto: un bonito escarabajo de color celeste, toda una reliquia. «La niña de mis ojos», según Ernesto. Isabel va de copiloto con la ventanilla abierta, el aire le mece el pelo de forma salvaje y le dificulta encenderse un cigarrillo. Yo en los asientos de atrás, mirando como el infinito huye hacia atrás por las ventanillas.
- Tú me avisas, Isabel- le dice Ernesto sin dejar de mirar al frente.
- Sí, sí... es... es dentro de dos salidas- contesta ella.
Desde el espectáculo del lunes pasado, el padre de Isabel está ingresado en el Hospital Psiquiátrico. Desde el lunes, Isabel no es la misma; aunque ahora tenga un peso menos encima, a veces la encuentro perdida, pensativa, como si solo fuera carne y su mente andara por otro lado... quizás con un grado de locura. Isabel le indica a Ernesto y tomamos la salida número 27, desviándonos hacia el hospital.


La blancura de los pasillos molesta a los ojos, un resplandor incómodo a lo largo del igualado pasillo, sólo adornado con carteles que piden silencio. ¿Y el silencio? Aún más molesto: oigo un mosquito allí atrás, al principio del pasillo. Quizás sean paredes especiales: ciegas ante el dolor y sordas ante las barbaridades que se escucharan aquí, mejor hacer oídos sordos...
Isabel se me acerca mientras caminamos hasta la habitación y me coge por la cintura. Me mira con dulzura, su mirada me trae al mundo real. Gracias a ella se me olvidan mis absurdos pensamientos, absurdos e incómodos. Siempre he pensado que acabaré en un lugar de estos... quizás deba ir familiarizándome con el lugar, tampoco está tan mal. Tiene buenas vistas, buenas vistas hacia el exterior. Y allí, en los floridos jardines de la entrada, está Ernesto fumando su pipa.