Fragmento #42 – Domingo de Resurrección

Se cierran las puertas del tren y comienza a moverse lentamente por el andén hacia la salida de la estación. Una procesión más en esta ciudad amante de ellas, sin nazarenos, sin incienso, sin cirios pero sí con lágrimas en los ojos de los que se quedan en tierra. Adiós.
Cuando pierdo de vista el tren, salgo de allí como no queriendo salir. No queriendo afrontar la realidad, todo ha sido una semana simplemente… Pablo se fue y mis miedos resucitan alrededor.
Salgo a la calle y me apoyo en la pared, enciendo un cigarro. No tarda en llegar Ernesto, siempre puntual.
- Buenas tardes, chico.
- Hola, Ernesto… ¿Qué tal todo?
- Bien, bien… - señala con sus gruesas manos al interior de la estación- ¿ya se fue?
- Sí, acaba de salir el tren.
Se hace el silencio y solo se escucha mi respiración al expulsar el humo del cigarrillo.
- Bueno, ¿vamos a tomar algo?- Ernesto rompe el silencio.
Me pasa el brazo por encima de los hombros y, juntos, caminamos hacia el bar de la esquina.
Todo vuelve a la normalidad, sólo las innumerables gotas de cera que adornan las calles recuerdan a la semana pasada. No sé si aquél hombre resucitó, mis temores si lo han hecho. No pasa nada, todo sigue su curso.