Naos Estrella de Tinta
Cantidad de envíos : 434 Localización : Sevilla Fecha de inscripción : 14/04/2008
Personaje Nombre: Mario Acosta González
| Tema: Fragmento #39 – No te preocupes… Mar Abr 15, 2008 6:59 pm | |
| Jueves, 13 de Marzo de 2008 En Sevilla No he podido remediarlo: la cabeza me decía que no, pero el corazón que sí. No suelo ser pasional pero he decido que sí, quizás la cabeza también me dijese q sí y yo quise entender que no… No sé, no importa. Ya la he llamado, la he invitado para la fiesta del sábado. Es mi madre…
Voy a coger un cigarrillo y me encuentro la caja vacía. ¡Mierda! Tendré que bajar al estanco, cuarenta y cuatro días sin cumplir la promesa… Mañana empiezo, hoy no. Y no es que no pueda dejar de fumar, es que no quiero dejarlo. Lo sé, no suena creíble… Pero es lo que hay. Cojo la cartera y las llaves, y cierro la puerta. Al bajar hasta el piso siguiente veo a María sentada en el suelo justo en la puerta de su casa. Con las piernas recogidas y abrazándose las rodillas parece que llora. La cabeza gacha y el pelo despeinado, nada tiene que ver esa imagen con la primera que mostró al subir con las maletas. - ¿María?- pregunto como sin querer molestar. No obtengo respuesta, su llanto se recrudece más. Me acerco y me agacho junto a ella. «¿Qué te pasa?», le digo mientras le aparto el pelo de la cara, tiene la mejilla húmeda. Con el roce de mi mano se aparta bruscamente y deja ver la otra mejilla: amoratada y con sangre. - ¿Qué te ha pasado?- repito asustado, el pómulo magullado y el ojo morado me angustian. Sigue sin responder, se aparta de mi mirada y sigue llorando. Me siento en el suelo, junto a ella, y la rodeo con mis brazos. «Tranquila, María. Entremos en casa», ella me señala el bolso que está en el primer escalón y me levanto a por él, cojo las llaves y abro la puerta. María se levanta, lleva las medias rotas y algo de sangre en las rodillas. - Gracias, Mario.- me dice, sin mirarme, al entrar en la casa- Pasa, por favor… Entro detrás de ella y cierro la puerta. La casa huele a pintura y aún hay cajas sin abrir por todo el salón: un perfecto desorden. - Aquí vivo…- dice María extendiendo los brazos y mostrándome la habitación- No tengo ni un hogar acogedor para cuando suceden estás cosas… - No te preocupes…- contesto de inmediato, no sé qué decir. - Tenía que pasar algún día, así que nada… ya se acabó todo…-se sienta sobre una caja y se seca las lágrimas con las mangas- Al menos eso espero… que todo haya terminado. - Bueno… no sé de que me hablas. Pero no te preocupes…- vuelvo a repetir la inservible frase comodín. - Sí lo sabes, todo el mundo lo sabe… - ¿Cómo?- pregunto extrañado; su cara ha cambiado, su actitud también, no es la María que hace unos minutos parecía inconsolable sobre el felpudo. - No te pongas así, Mario… Otra cosa es que hayas echo oídos sordos, pero todo el mundo lo sabe: vuestra vecinita nueva es una puta… Una p-u-t-a.- repite recalcando cada letra. - Bueno… no me importa en qué trabajes. Tú no te preocupes. - Era puta, Mario. Lo era, ya no lo soy.- María me mira fijamente a los ojos mientras lo dice- Y por eso estoy así, rajada y sangrando… Por eso estoy así, por intentar huir de mi pasado, por intentar cambiar… Por intentar empezar de nuevo, pero… parece que no puedo. - No te preocupes, María… Ahora límpiate esas heridas y tranquilízate… - Bueno, ¿te quedas a cenar? Di que sí, necesito hablar. - Sí, María. Me quedo. - Gracias… voy a ducharme, coge un cigarro del bolso si quieres. Se puede fumar, en la cocina hay un cenicero… - No te preocupes. Al final he encontrado lo que buscaba… un cigarrillo. | |
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