Naos Estrella de Tinta
Cantidad de envíos : 434 Localización : Sevilla Fecha de inscripción : 14/04/2008
Personaje Nombre: Mario Acosta González
| Tema: Fragmento #38 – La respuesta Mar Abr 15, 2008 6:58 pm | |
| Martes, 11 de Marzo de 2008 En Sevilla - Este sábado es tu cumpleaños, ¿no?- me pregunta mientras remueve el café con la cucharilla- ¿Piensas hacer algo especial? - Una cena en casa o algo así…- contesto sin ganas- Además viene Pablo desde Madrid a pasar unos días, así que algo tranquilo y con poca gente… Enciendo un cigarro y expulso el humo hacia el cristal para no molestarla… No estará pensando en que la invite, ¿no? - ¡Ah! ¡Pablo! Hace tanto tiempo que no lo veo… ¿qué se fue a Madrid?- me pregunta, sigue removiendo el café, la noto algo nerviosa. - Sí, a principios de año se fue a vivir allí con la novia y… y nada. Eso es todo. - Mmmm… Seguís siendo buenos amigos, ¿verdad? - Pablo es de lo mejor que hay, mamá. No tengo ninguna queja… - Sí, sí… siempre lo vi muy buen chico. Lástima que se haya ido tan lejos… - Tampoco es tan lejos, y bueno… la distancia refuerza las relaciones… o eso dicen. Mamá saca la cucharilla de la taza al fin y la coloca cuidadosamente sobre el platito. Me mira y cuando nuestras miradas se cruzan hace como si nada: habla del tiempo, de las elecciones o de un bolso nuevo que se compró. Para esto no he quedado con ella, aunque quizás no tengamos nada que hablar y la relación madre-hijo se base en eso: en hablar sin decir nada. - Las distancias…- mamá resopla tristemente- Soy experta en vivir en la distancia, Mario. Tantos años alejada de la familia, fui una estúpida al marcharme… - ¿Familia? Sólo estábamos los abuelos y yo. - ¿Y qué es más importante que un hijo, Mario?- hace una breve pausa, esperando a que yo conteste- ¡Nada! No hay nada más, Mario. Los abuelos eran mayores y es ley de vida que los hijos salgan del nido, no me preocupo por ellos… - No te preocupaste por ellos…- le corrijo, interrumpiéndola- Ya de nada sirve preocuparse por ellos, mamá. Supongo que te comprendieron, por el amor ciego de unos padres o porque sabían cosas que yo no sé, nunca les oí decir nada malo de ti. Siempre te defendieron y sus últimas palabras eran para seguir elogiándote… Silencio. Un incómodo silencio y una mirada perdida en la espuma del café. Quizás no debí tratar el tema… - ¿Y tú? ¿Tú me elogiaste, Mario?- me pregunta sin dejar de mirar la taza, con la cabeza gacha- ¡Bah! ¿Para qué pregunto? Sé la respuesta… ¿o no es así? Levanta la cabeza y me mira, por primera vez en esta tarde nuestros ojos están conectados. - Sabes la respuesta…- es mi simple contestación. | |
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